El cuerpo del periodista sigue sin aparecer y la identidad de los 11 acusados es todo un secreto, en un proceso carente de toda transparencia y que manchó la figura del príncipe heredero completamente.
Era hace un año que el periodista de origen saudí Jamal Khashoggi entraba al consulado de su país en Estambul (Turquía) para conseguir unos documentos que le permitirían contraer matrimonio con su novia turca. Sería la última vez que seria visto con vida. Unas par de semanas más tarde, durante la busqueda del periodista, la policía turca confirmaría su asesinato y descuartizamiento dentro del recinto consular. Jamal Khashoggi habia sufrido un macabro y cruel asesinato.
Un equipo de 15 personas enviado desde Arabia Saudí —incluidos miembros de los servicios de inteligencia— lo esperaban en el interior de la delegación diplomática. El espionaje turco grabó las conversaciones que mantuvieron y, según la transcripción de este audio —parcialmente publicado por el diario Sabah—, Khashoggi fue drogado y posteriormente asfixiado cubriéndole la cabeza con una bolsa de plástico. Su cuerpo fue luego descuartizado por el forense Muhamed al Tubaigy. Pero el cadáver o sus restos jamás han sido hallados. Algunos rumores dicen que su cuerpo despedazado fue hecho desaparecer en unos tambores con acido, otros piensan que fueron quemados en el horno del patio de la Embajada. El horno habia sido ocupado para asar varios kilos de carne anteriormente, en una gran fiesta que habia tenido la embajada unas semanas antes. Este horno nunca logro ser revisado por los equipos forenses, ya que las autoridades saudis nunca lo permitieron.
Esas semanas estuvieron marcadas por la más que probable participación en el plan para eliminar al periodista, que había sido cercano al régimen que dirige Arabia Saudita, del príncipe heredero Mohammed bin Salman, que habría querido eliminar a una de las voces críticas con los suyos. El propio bin Salman reconoció recientemente parte de su responsabilidad porque los hechos ocurrieron bajo su “mandato”, aunque desconocía lo que iba a suceder.
Khashoggi, en realidad, no se consideraba un disidente: su familia tiene importantes lazos con el palacio (su abuelo fue médico personal del rey fundador del Estado saudí y su tío, un importante empresario y traficante de armas) y él no cuestionaba la monarquía absolutista que gobierna el país. Sí se había convertido en un crítico cada vez más feroz del príncipe heredero, Mohamed Bin Salmán (MBS), a medida que éste afianzaba su poder. Y eso le había llevado a exiliarse y ser objeto de campañas de acoso online. Eran las llamadas “moscas”, trolls y cuentas automatizadas que se dedican a amedrentar a los críticos de MBS en una campaña dirigida personalmente por su mano derecha, Saud al Qahtani. Khashoggi apoyaba un proyecto, llamado “las abejas”, destinado a neutralizar estos ataques. En una conversación de MBS captada por el espionaje estadounidense un año antes del asesinato, el príncipe heredero instaba a un colaborador a traer de vuelta a Khashoggi y, si no se prestaba a ello, utilizar “una bala”.
Sin embargo, los activistas y simpatizantes, que se reunirán este miércoles frente al lugar donde se perdió la pista de Khashoggi, dudan de la versión oficial del régimen saudí. Entre ellos estará la relatora de la ONU sobre ejecuciones arbitrarias, Agnes Callamard. La propia relatora señaló en un informe publicado el pasado junio que existen “evidencias creíbles” que vinculan al príncipe con el asesinato.
Según un informe de la CIA, durante las horas anteriores y posteriores al asesinato, el príncipe Mohamed intercambió 11 mensajes con Al Qahtani, que supervisaba al escuadrón enviado a Estambul vía Skype. Tras el asesinato, Mutreb telefoneó a un colaborador de MBS y le dijo: “Dile a tu jefe que está hecho”.
La CIA también ha concluido “con un grado de seguridad entre medio y alto” que MBS estuvo al tanto de la operación y probablemente ordenó la muerte del periodista.
Junto a Callamard estará el político egipcio exiliado Ayman Nour y la premio Nobel yemení, Tawakkol Karman, entre otros activistas, además de representantes de ONGs como Reporteros sin Fronteras, Human Rights Watch y Amnistía Internacional.
Un juicio marcado por la opacidad
Asociaciones como Human Right Watch (HRW) y Amnistía Internacional (AI) han denunciado el “secretismo” con el que Riad está llevando a cabo el juicio contra los 11 agentes acusados -de los que se desconoce su identidad- de acabar con la vida de Khashoggi, afirmando que el país arábico no ha querido colaborar con investigaciones independientes.
“Las autoridades saudíes han obstruido significativamente la rendición de cuentas por el asesinato de Khashoggi, el juicio en marcha sigue cubierto en secretismo y el Gobierno se ha negado a cooperar con la investigación encabezada por la relatora de la ONU para ejecuciones extrajudiciales”, apuntó hoy HRW en un comunicado.
Para Amnistía Internacional, todo el proceso judicial para esclarecer y condenar a los acusados, de los cuales cinco se enfrentan a la pena de muerte, carece de “forma alguna de transparencia”. Desde la ONG recalcan que todavía no se ha divulgado “ninguna información relativa a la manera en la que se llevó a cabo la investigación”, ni si los acusados tuvieron si los acusados tuvieron acceso adecuado a asistencia judicial y otras garantías de un juicio legal.
Sobre el papel de Bin Salman en la muerte de Khashoggi, ambas organizaciones consideran que el príncipe reconociera su responsabilidad es “una estratagema de relaciones públicas”, según declaró la directora de Investigaciones de AI para Oriente Medio, Lynn Maalouf. Por su parte, Sarah Leah Whitson, directora de HRW en la zona, tildó de “insuficiente” la declaración del hijo de Salmán bin Abdulaziz.
El supervisor de la operación y director del área de medios de comunicación de la corte saudí fue relevado de su puesto poco después de que Riad reconociese el asesinato de Khashoggi. Desde entonces no se le ha vuelto a ver y, aunque ha sido investigado, no está imputado en los tribunales. Hay quienes sospechan que ha sido asesinado; otros, que sigue asesorando al príncipe heredero entre bambalinas. Una fuente cercana al Gobierno saudí admitió recientemente a este diario que muy probablemente Al Qahtani seguía trabajando “desde alguna habitación oscura”.