Loki Patera, en la luna Ío, una de las lunas de Júpiter, emite más calor que todos los volcanes terrestres activos juntos. Un dato que nos hace recordar que la Tierra no es el centro del universo.
La lava fundida de Loki Patera inunda con frecuencia la caldera (cráter) del volcán, que supera los 10.000 kilómetros cuadrados de superficie.
Loki Patera tiene 202 km de diámetro. De acuerdo con las mediciones de emisiones termales tomadas por el Radiómetro y Espectrómetro Interferométrico de Infrarrojos (IRIS) de la Voyager 1, desde la superficie se emana azufre.
Gracias a un estudio, realizado por expertos de la Universidad de California Berkeley y publicado en Nature, ha sido posible medir la temperatura a millones de kilómetros de distancia. Si Loki Patera es un mar de lava, abarca un área más de un millón de veces la de un lago de lava típico en la Tierra.
Se espera que Loki, el volcán más poderoso y grande de la luna Ío de Júpiter, entre en erupción este mes, según los últimos cálculos presentados esta semana por la astrónoma Julie Rathbun durante la reunión conjunta de la Europlanet Society en Ginebra (Suiza).
La científica explicó que Loki es tan brillante en infrarrojos que su actividad volcánica puede ser captada con telescopios desde la Tierra. En base a datos recopilados durante 20 años, se sabe que este volcán se ilumina periódicamente cuando entra en erupción de forma relativamente regular.
Rathbun publicó anteriormente un artículo en el que explicaba que este hecho ocurría cada 540 días durante la década de 1990 y, al parecer, en la actualidad tiene lugar cada 475. “Si este comportamiento sigue siendo el mismo, Loki debería entrar en erupción en septiembre de 2019”, señaló la astrónoma.
Difícil de predecir
Según la experta, la actividad de los volcanes es muy difícil de predecir, ya que muchos factores pueden influir en una erupción, como la tasa de suministro de magna, su composición, el tipo de roca donde se asienta, etc. En el caso de Loki, Rathbun cree que su comportamiento puede ser más predecible, ya que su gran tamaño hace que los pequeños factores que suelen afectar a los volcanes más pequeños no le afecten tanto.
Sin embargo, la astrónoma recuerda que a principios de la década del 2000, después de que se detectó el patrón con el que ocurrían sus erupciones, la actividad de Loki cambió y el volcán no volvió a presentar comportamientos estables hasta alrededor del año 2013.