La larga crisis política de Venezuela entra ahora a un nuevo capitulo.
Luis Parra, un diputado opositor acusado de corrupción y recientemente expulsado de su partido, fue proclamado este domingo presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela con el apoyo de los diputados chavistas mientras un fuerte despliegue policial impedía la entrada de Juan Guaidó a la sede del palacio legislativo, y se producían forcejeos y empujones con los legisladores de la mayoría opositora en el hemiciclo.
El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, apareció en la televisión estatal poco después dando por válida la tumultuosa elección de Parra y, pese a las imágenes que mostraban a Guaidó pugnando con los guardias que le impedían acceder al recinto del Congreso, afirmó: “Si Guaidó no entró fue porque no tenía los votos”.
Este 5 de enero estaba prevista la instalación de la Asamblea Nacional para un nuevo curso parlamentario y, como cada año, la elección de una nueva junta directiva.
Guaidó decía contar con los apoyos necesarios y esto lo había llevado a postularse a la reelección.
En los días previos a la votación, dirigentes opositores acusaron al gobierno de intentar el soborno y la intimidación de diputados para evitar que el dirigente de Voluntad Popular fuera reelegido.
Finalmente, el domingo, con los accesos al Parlamento controlados por un fuerte cordón de seguridad que impidió la entrada de Guaidó, se anunció la candidatura de Parra. Luis Parra dice ahora que su objetivo es trabajar por “el fin de la confrontación institucional” en Venezuela.
Lo ocurrido el domingo supone un revés para Guaidó en un momento inoportuno.
Guaidó y sus seguidores pueden tratar de celebrar sus sesiones fuera de la Asamblea Nacional, pero todo indica que han perdido definitivamente el control de las instalaciones del Congreso, y con ello uno de los últimos reductos de poder institucional que conservaba la oposición en Venezuela.
El joven diputado había tenido hasta ahora en Estados Unidos a su principal apoyo internacional, pero este parece centrado ahora en otras prioridades.
Pese a que el secretario de Estado, Mike Pompeo, condenó lo ocurrido en Caracas, el Gobierno de Donald Trump está volcado en responder a la escalada en Oriente Medio tras la muerte del general iraní Qasem Suleimani y cuesta creer que vaya a implicarse ahora en el embrollo venezolano con la intensidad con la que lo hizo a comienzos de 2019.
Otro de los problemas de Guaidó es que ha perdido poder de convocatoria, como quedó patente en la modesta afluencia a las últimas protestas a las que llamó.
Tampoco han faltado en las últimas semanas los reproches a su estrategia para sacar a Maduro del poder, que muchos, también en la órbita de la oposición, consideran un fracaso, ya que no ha logrado nada.
Como Maduro reiteró el mismo domingo, el Gobierno está decidido a que en 2020 se celebren elecciones legislativas en Venezuela, pese a que muchos dentro y fuera del país no se creen que vayan a ser limpias y exigen en su lugar unas presidenciales.