Irán sale al paso de las insistentes acusaciones de EE.UU., y asegura no tener motivos para lanzar ataques contra los buques petroleros en el golfo de Omán, opinan analistas, subrayando que estos sospechosos incidentes, en lugar de favorecer a Teherán, lo están perjudicando.
El pasado 13 de junio dos petroleros fueron atacados en aguas cercanas al puerto de Jask (Irán), después de lo cual la Armada iraní rescató a 44 miembros de las dos embarcaciones afectadas. El presidente de EE.UU., Donald Trump, y su secretario de Estado, Mike Pompeo, se apresuraron a culpar de estos incidentes a Teherán, alegando que la República Islámica está llevando a cabo “ataques” en respuesta a las sanciones impuestas por Washington contra la nación persa.
Irán no gana nada atacando a los petroleros, sostiene el analista en defensa Amjad Shoaib. “¿Por qué lo haría Irán? No tiene ninguna razón para ir a la guerra, como tampoco tiene motivos para generar una escalada de la situación”, sostiene Shoaib.
Teherán ha negado rotundamente estas acusaciones. El ministro iraní de Relaciones Exteriores, Mohammad Javad Zarif, ha calificado los incidentes de “sospechosos”, advirtiendo que las acusaciones “sin una pizca de evidencia objetiva ni circunstancial” por parte de Washington tienen como fin “sabotear” los esfuerzos diplomáticos del país persa.
Los expertos también llaman la atención sobre el extraño momento en que ocurrieron los ataques, precisamente durante la visita oficial del primer ministro de Japón, Shinzo Abe, a Teherán, la primera vez en 40 años que un mandatario japonés visitaba la República Islámica. Casualmente, uno de los petroleros afectados era propiedad de una compañía japonesa.
El abogado y especialista en Oriente Medio, Kourosh Shamlou, opina que sería completamente ilógico que Irán, literalmente, torpedeara la histórica cumbre con Japón, en particular porque eso beneficiaría a Washington.